Dieta cetogénica vs. epilepsia

Publicado el 14 de abril de 2025, 9:00

La epilepsia es una enfermedad producida por una alteración en la actividad eléctrica de las neuronas de la corteza cerebral, produciendo crisis espontáneas recurrentes. Según la localización de las neuronas en las que se produce esta alteración, podemos clasificar la epilepsia en focal (cuando afecta solo a un grupo delimitado de neuronas) o generalizada. Y dependiendo de la parte del cerebro que se vea afectada, las manifestaciones de la crisis epiléptica serán distintas. Aunque la epilepsia puede debutar a cualquier edad, su incidencia es mayor en niños y en personas mayores de 65 años, siendo la enfermedad neurológica más frecuente en niños y la tercera más prevalente en adultos.

Aunque entre un 20 y un 30% de las crisis epilépticas se manifiestan en forma de convulsión con pérdida de conciencia (quizás la forma más reconocida), presentar ausencias, falta de respuesta a estímulos, auras o problemas visuales, hormigueos o movimientos automáticos repetidos, entre otros, también forman parte de sintomatología de una crisis epiléptica. Esta heterogeneidad en los síntomas hace que, en muchas ocasiones, la epilepsia no sea una enfermedad fácilmente reconocible. El retraso en el diagnóstico de esta patología pueda alcanzar los 10 años y, por el contrario, el número de diagnósticos falsos positivos en esta enfermedad es particularmente alto: se estima que pueda alcanzar hasta al 18% de los diagnósticos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala además que la epilepsia es la segunda enfermedad neurológica en años de vida potencialmente perdidos o vividos con discapacidad, si bien la calidad de vida de los pacientes con epilepsia está relacionada directamente con la gravedad y frecuencia de crisis, así como su respuesta al tratamiento. En las últimas décadas han aumentado considerablemente el número de fármacos antiepilépticos disponibles y alrededor de un 70% de los pacientes pueden controlar sus crisis con los tratamientos disponibles. La Sociedad Española de Neurología (SEN) estima que en España padecen epilepsia unas 500.000 personas y que cada año se detectan entre 12.400 y 22.000 nuevos casos.

La dieta cetogénica (DC) se ha utilizado en el tratamiento de las epilepsias refractarias (aquellas en la que no se ha conseguido un control prolongado de las crisis), sobre todo en niños, desde 1923. Su empleo cayó en desuso con la aparición de los fármacos anticomiciales, sin embargo, en 1996, por investigaciones y ensayos clínicos de la Sociedad Americana de Epilepsia, se volvió a utilizar en varios hospitales. Actualmente, es una opción de tratamiento para ciertas formas de epilepsia refractaria. Esta dieta representa un intento de imitar los efectos del ayuno en el organismo. Consiste en una dieta rica en grasas y pobre en hidratos de carbono y proteínas, que se traduce en la aparición de cetosis (producción de cetonas a partir de las grasas acumuladas). Las cetonas pasarían a convertirse en la principal fuente de energía para el cerebro, modificando el metabolismo cerebral que variaría de estar basado en la glucosa a depender de los cuerpos cetónicos, algo realmente útil en pacientes epilépticos. El desarrollo de la dieta cetogénica se basó en la observación de los efectos que ejercía el ayuno sobre la actividad convulsiva de individuos epilépticos. Durante el ayuno se produce un estado de cetosis que se ha postulado como el fundamento de su acción terapéutica. En un intento por reproducir dicho estado de cetosis, se diseñó una dieta en la que el aporte energético procede, fundamentalmente, de las grasas que, si se administran en una relación fija respecto al aporte de proteínas e hidratos de carbono, darán lugar a cuerpos cetónicos al metabolizarse.

La dieta cetogénica controla y disminuye las crisis epilépticas en un 50%, minorizando su intensidad y frecuencia, pudiendo llegar a revertirse la enfermedad en algunos pacientes. Mejora el estado de alerta, cognición, concentración, calidad del sueño e interacción social de los pacientes y, por lo tanto, su calidad de vida. En pacientes con epilepsia, la dieta cetogénica actuaría de la siguiente manera:

  • Modifica el metabolismo energético en el cerebro y, por tanto, la excitabilidad neuronal.
  • Produce cambios en las propiedades celulares, que llevarían a disminuir la excitabilidad y al cese de la descarga epiléptica.
  • Ocasiona modificaciones en la función neurotransmisora y en la función sináptica, alterando el equilibrio excitatorio-inhibitorio.
  • Se asocia a cambios en diversos factores circulantes, que actúan como neuromoduladores que regulan la excitabilidad del sistema nervioso central.
  • Modifica el medio extracelular cerebral, que se traduce en una disminución de la excitabilidad y de la sincronía.

Además, esta dieta resulta efectiva en pacientes con otras enfermedades neurológicas (Parkinson, Alzheimer, migraña, depresión, autismo, narcolepsia, esclerosis lateral amiotrófica (ELA)), enfermedades endocrinas (Diabetes mellitus tipo 2, obesidad, síndrome metabólico, síndrome de ovario poliquístico, hiperinsulinismo congénito, hígado graso no alcohólico) y en casos de cáncer, acné, trauma e isquemia.

La dieta cetogénica debe ser guiada y supervisada por un profesional de la salud (dietista o nutricionista), ya que la cetosis puede descontrolarse y desbordar al organismo, pudiendo ocasionar una cetoacidosis que puede resultar fatal.